La Diversión no es sólo un elemento natural de la Vida, es la forma en la que el hombre alcanza el equilibrio vital que le permite encarar de forma beneficiosa el conjunto de las tareas que requiere la subsistencia elemental.
La Diversión es para los hombres un asunto de consideración marginal, su tratamiento nunca constituye un tema central, posiblemente sólo en los escasos años de vida en que son niños muy pequeños, y poco más.
Estoy convencido que ellos, igual que nosotros los perros, tienen muy presente en el fondo del alma, la idea y la necesidad de divertirse, esto no es ajeno a la integridad de su Ser, y con seguridad no lo “sienten” como algo marginal. El problema es que no necesariamente pueden vivir de acuerdo a esta convicción, no pueden ni siquiera manifestarla abiertamente, no se lo tienen permitido. En la estructura de los convencionalismos que han determinado adoptar para sus vidas, los hombres no han incorporado la Diversión, por eso su entendimiento y práctica tienen que encontrar un espacio allá donde otras obligaciones lo permitan.
Cuando a un hombre común se le pregunte si considera que la Diversión es un elemento central de su vida, responderá de una de las tres siguientes formas: 1) dirá que no, porque una respuesta positiva puede tomarse como irresponsable; 2) dirá que sí, pero su práctica de vida demostrará lo contrario, o 3) dirá que no, pero efectivamente estará viviendo de ésa manera.
Toda esta falsedad o “sinceridad hipócrita” que acompaña el trato del tema es absurda. La Diversión, que es un derecho natural entre los seres vivos, ha sido postergada, hasta su efectiva anulación, por el “sentido de lo conveniente” que ha establecido el hombre para su vida organizada. Acepta, por supuesto, que las personas tengan que divertirse, porque “finalmente esto es necesario para mantener un sano equilibrio emocional y garantizar con ello buenos rendimientos laborales”, pero consiente que se lo haga únicamente con mesura y “mucha responsabilidad”, de forma que “no termine siendo perjudicial” para las tareas importantes.
Este tratamiento suma una serie de inquietudes a la interrogante que muchas veces me hago: ¿de dónde habrá sacado el hombre sus ideas sobre los imperativos que definen la organización de su vida?, ¿cómo habrá llegado a la conclusión, por ejemplo, que el trabajo constituye una virtud capital y que alrededor de él tiene que acomodarse todo el ordenamiento de su vida “civilizada”, y que por lo tanto conceptos como el de Diversión son al menos riesgosos (por no decir peligrosos), si no se los procesa con mucha “madurez”?
Pareciera que el entendimiento del ser humano como una “entidad elevada” sobre el resto de los animales, tendría que echar raíces en campos alejados de ideas como la distensión, el reposo o por supuesto la Diversión. Mientras menos importantes sean éstas ideas como elementos del concepto de existencia, mejor. Así se garantiza de forma más eficiente el desarrollo y el progreso. Está muy bien visto esforzarse en el trabajo, aplicarse en la tarea, sacrificarse para conseguir objetivos, pagar el costo del éxito, superar con valentía los obstáculos, etc., pero no está bien considerado invertir el mismo esfuerzo para simplemente divertirse. O poniéndolo desde otra perspectiva, el precio de la Diversión debe pagarse precisamente con el esfuerzo en el trabajo y por lo tanto tiene derecho a divertirse quién lo ha “comprado trabajando a pleno pulmón”.
Es tremendamente curiosa ésta deducción.
Si las premisas están bien establecidas y el orden anterior garantiza por una parte progreso y por otra el contento de la gente, entonces tendríamos que ser testigos de millones de hombres satisfechos, reproduciendo bienestar y parabienes por donde van. Pero la verdad se ve poco de esto. Y se los dice un perro, por si los hombres se sienten susceptibles de llegar a la misma conclusión mirándose en el espejo. Muy feliz al hombre no se lo ve por ninguna parte. Confirmar esto no es difícil: para el promedio de los hombres la búsqueda de la felicidad constituye, con seguridad, el mayor de los objetivos que tienen en su vida. Obviamente ello es una confirmación de que no la poseen, más bien anhelan encontrarla, la persiguen permanentemente; no la alcanzan con facilidad y en el esfuerzo empeñan la vida entera.
Se me levanta cada uno de los pelos de la espalda al pensar que yo pueda pasarme toda la vida “buscando la felicidad”, eso para mí no es concebible. Sin embargo estos hermosos seres bípedos así lo hacen. Y a tal punto llegan de aplicación y consciencia en la tarea, que el solo hecho de buscar la felicidad toda una vida y “acercarse” al menos a ella en uno u otro momento, los hace felices. Por lo tanto, en realidad ¡son felices tratando de encontrar la felicidad! Esto es patético, porque se acerca ya a la mendicidad. Es verdad que el hombre es reconocido en ocasiones como un mendigo de amor y parece que esto no siempre lo molesta, pero ¿pasar toda la vida mendigando felicidad?
Viven convencidos que su obligación sobre esta tierra es pagar con cuotas de sangre, sudor y lágrimas todo lo que desean poseer. Luego si ésta es la obligación, todo lo demás posee un espacio marginal, además uno que siempre entra en conflicto con el primero.
La poca sabiduría que yo poseo proviene de mi amor por los hombres, y ajustándome estrictamente a ella puedo decir que nunca he podido comprobar que alguien haya establecido semejante comisión. El imperativo de sufrir o la virtud del sacrificio no lo sostiene ningún Maestro que ellos reconocen o deifican. Para ninguno de ellos la vida es un castigo que se ha impuesto a los hombres, por el contrario, todos sostienen promesas de vida plena si el hombre orienta su existencia hacia lo bueno. Pero ¿cómo puede orientarse así un ser que esencialmente está sufriendo?
Imaginemos por un momento un mundo en el que todos se estén divirtiendo, ¿no sería un mejor lugar que éste que conocemos?, ¿un lugar más propicio para la alegría y la felicidad?, ¿y para el amor que solo es una consecuencia de éstos otros?
Ahora bien, conviene quedarse por un instante en éste punto. Si ése mundo imaginario puede reconocerse “racionalmente” como mejor que éste otro, merece al menos que se inserte como una consideración, ¿no es correcto? Nada bueno se alcanza con solo descartar la idea. Pero esto es precisamente lo que el hombre hace, no se trata que considere o no la idea, simplemente la descarta, y además lo hace anteponiéndole, muchas veces, un adjetivo despectivo. Por lo tanto desde aquí se arriesga la posibilidad de referirse al tema al menos con esperanza, dado que se lo señala ya como una imposibilidad.
Se tienen que superar de cualquier forma estas limitaciones mentales y debe proseguirse con mucha conciencia el cuestionamiento: ¿es posible tener un mundo en el que todos se diviertan? La respuesta (casi ontológica) es sí, porque en los hechos ¿qué puede impedirlo si el propio hombre se constituye en su adalid? El hombre organiza su sistema de vida de acuerdo a lo que mejor responda a sus premisas. Una vez que ellas están definidas el sistema responde en consecuencia. Lo importante es entonces que cambien las premisas vigentes. En este punto ya aparecen las preguntas más interesantes (no las respuestas precisas, porque está visto que ellas son elusivas):
¿De qué se vivirá?, ¿cómo se producirá aquello que se necesita?
Como soy solo un perro y, por supuesto, me gusta divertirme, he jugado hasta éste punto con algunas ideas muy fijas en el subconsciente de la gente: en ningún momento he afirmado que un mundo en el que la gente SOLO se divierta sería mejor a éste que conocemos, he dicho que un mundo en el quetodos se estén divirtiendo sería mucho mejor que el presente. Existe una diferencia importante entre ambas cosas, pero la confusión es completamente normal, porque todos en este mundo interpretan la Diversión como un concepto de “tras tienda”. Mientras la Diversión esté considerada un elemento Marginal entre las prioridades del hombre la pelea está perdida. Cuando se la considere un factor fundamental, las cosas empezarán a cambiar. Cuando el mismo énfasis con respecto al trabajo en el entendimiento de la vida sea compartido por la Diversión entonces, incluso, se trabajará mejor.
La Diversión es una manifestación del alma, es la forma sana en que ésta se revela y se expone. El trabajo es una manifestación de la razón. Ambos son componentes de la naturaleza humana y como tales no sólo pueden coexistir en perfecta armonía, necesitan hacerlo. Por un sentido básico de la razón el hombre entiende que debe trabajar para garantizar la existencia de una serie de cosas necesarias para su vida, pero ello no tiene porqué llevarlo a reprimir una manifestación igual de importante, demandada desde el rincón más profundo de sus emociones. Cuando esto sucede la manifestación natural de la razón concluye por “tomar” el espacio que le corresponde al alma y provoca la frustración. Si a la persona sedienta se le diera miel en lugar de agua para que sacie su sed, tendría la misma frustración de quién se ve forzado a proporcionar un poco de “razón” a sus necesidades emocionales.
El equilibrio existe sólo donde hay proporción en el “peso” de las partes que interactúan. Esto no puede pasar si el trabajo es un elemento central del entendimiento de vida y la Diversión uno marginal. En equilibrio, el trabajo le da valor a la Diversión y ésta le aporta alma al trabajo. Y en equilibrio también se da otro hecho fundamental: si el trabajo no aporta valor al producto final, entonces el hombre propenderá a modificarlo. La parte “dura” de la ecuación será siempre el trabajo, porque la Diversión por esencia nunca provoca desagrado. Si la Diversión es un hecho marginal en el sentido de la vida, entonces un trabajo que no provoca un mínimo de satisfacción probablemente se sostenga aunque no otorgue beneficio integral. Y esto último ya es una cosa mucho más seria.
Creo que una de las enfermedades importantes que padece el hombre es precisamente ésa frustración que muchas veces gobierna su vida porque no encuentra ninguna satisfacción en los trabajos que se ve obligado a realizar. Esto no solo le quita vida, finalmente provoca que el objetivo mismo de la tarea no se cumpla, porque el producto de su trabajo no tiene ni la calidad ni el alcance que debiera. ¿Es razonable suponer que gente infeliz genera buen producto con su trabajo?, por otra parte, ¿es razonable suponer que gente feliz no solo obtenga mejores resultados, sino que ejecute, en general, mejor su trabajo?
Aunque para mí la respuesta no es solamente sencilla sino obvia, parece que es mucho más complicada para los hombres. Probablemente por ello nunca han considerado reducir el protagonismo del trabajo y aumentar el de la Diversión. Ningún candidato a un puesto de gobierno ha sido elegido por ofrecer a la gente más Diversión que trabajo, es más, ninguno seguramente se animaría a plantearlo dado que ello “carece por completo de seriedad”.
El hombre calcula que toma las cosas con seriedad cuando en realidad se toma muy en serio a sí mismo. Eso lo desnaturaliza. Eso lo tensa. Eso le quita flexibilidad, elemento indispensable del carácter discrecional que tiene la conducta humana. Sin flexibilidad se transita del hombre al autómata. Y aunque a muchos les gustaría contar con autómatas y no con hombres para realizar algún trabajo, aún no ha podido ni remotamente comprobarse que este mundo pudiera ser más eficiente sin el hombre. Pero si del hombre hablamos, hay que necesariamente hacerlo en su concepción integral, aquella en que está incluida su dimensión emocional, la única que además, nunca podrá ser sustituida por el autómata.
Por éste temor de reconocerse a sí mismo, el hombre no abre su vida a la Diversión, como quién tiene temor de abrir las compuertas de una represa porque pueda provocarse una inundación, ignorando que la presión del agua acumulada igualmente está a punto de desbordarla.
Como paliativo hace apología frecuente del “descanso”, del “reposo”, del tiempo necesario para “atender a la familia”, etc. Complicándose más para moverse en un terreno “más seguro”, habla también del “trabajo divertido” o de la “pasión por el trabajo” y entonces dice que quien trabaja haciendo “lo que le gusta”, en realidad no trabaja. Todos estos son los esfuerzos de quién se obliga a hacer tortillas pero no quiere dañar los huevos. Mientras no reconozca que la Diversión tiene nombre y espacio propio en su vida no resolverá los problemas que emergen del alma.
Cuando se trata de Diversión, yo corro y brinco. No me está dado correr por algún tipo de conveniencia, ni brincar porque eso le resulte en gracia a alguien, lo hago porque eso me divierte, porque eso responde a la necesidad que tienen mis emociones de manifestarse. Y juego.
Para tocar el tema con propiedad en estas líneas me he pasado el trabajo de averiguar qué significado literal le atribuyen los hombres a la palabra juego y esto es lo que he encontrado: “el origen etimológico de la palabra juego se encuentra en el término latín iocus que es sinónimo de broma. La actividad recreativa que cuenta con la participación de uno o más participantes es conocida como juego. Su función principal es proporcionar entretenimiento y diversión, aunque también puede cumplir con unpapel educativo. Se dice que los juegos ayudan al estímulo mental y físico, además de contribuir al desarrollo de las habilidades prácticas y psicológicas”.
¡Pues doy fe que eso es precisamente así!
¡Y cuánto ganaría el hombre por jugar más a menudo!
Como estoy seguro que desde aquí no podré cambiar el mundo, estoy tratando de conseguir algo con las personas que me rodean, o probablemente con usted, que ha tenido la paciencia de seguirme hasta este punto: tome la decisión valiente de incorporar “en serio” la Diversión a su vida. No tenga temor o piense que por ello pone en riesgo otras cosas. Su trabajo mejorará notablemente, simplemente porque un hombre contento trabaja mejor, o finalmente decidirá cambiar de trabajo y tampoco tendrá problema con eso, ¿sabe por qué?, porque por allá existen muchos hombres que están haciendo mal el suyo, ¿y sabe por qué lo hacen mal?, porque no están contentos, porque están frustrados o infelices. Y cuando llegue usted para realizar ése trabajo, lo hará mejor que ellos… y estoy seguro que a estas alturas ya sabe usted por qué: ¡exactamente!, porque usted es una persona feliz.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.